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lunes, 6 de marzo de 2017

Propuesta para los clubes de fútbol de España: 31 de marzo, 1 y 2 de abril de 2017

El fútbol puede ser una gran herramienta de crecimiento, de formación humana para nuestros jóvenes. Para ello, el ambiente y la forma de competir deben ser los adecuados. Sé que se van dando pasos para ello, pero todavía queda camino por recorrer. Por eso he decidido lanzar esta propuesta, la cual consiste en pocas y sencillas medidas que pueden suponer un impulso en nuestro objetivo: mejorar los valores de nuestro querido deporte y, con ello, ayudar a nuestros jóvenes.
Envío esta propuesta a los cientos de clubes con los que contacto a través del correo electrónico o de Facebook, así como a distintas federaciones, comités de árbitros y medios de comunicación. Ojalá pueda extenderse y llegar a cada uno de los clubes de nuestro país, y ojalá sean muchos los que se animen a llenar de bellos gestos los miles de campos de fútbol de España durante los próximos 31 de marzo, y 1 y 2 de abril.

La propuesta es para todos los partidos que se jueguen en España ese fin de semana, especialmente para aquellos en los que participen menores de edad.

Las medidas que propongo son las siguientes:

1. Antes del comienzo del partido, lectura por parte de un jugador de cada equipo de un pequeño texto para invitar a los espectadores a colaborar en la creación de un ambiente cordial, de respeto y convivencia, así como a cuidar y mantener limpias las instalaciones. Creo que es mejor que sea un texto redactado por los propios jugadores (con la ayuda y supervisión de padres o entrenadores). Por tanto, serán diferentes en función de la edad y de los aspectos que cada uno quiera destacar.
Si hay servicio de megafonía en las instalaciones, estupendo; si no, puede servir un megáfono portátil o, incluso, una lectura de viva voz cerca de la zona en la que se ubiquen los espectadores, los cuales se acercarían al ver a un jugador que se dirige a las gradas.

2. También antes de empezar, ambos equipos pueden mostrar (en conjunto con el árbitro) cartulinas que formen alguna palabra o brevísimo texto. Como ejemplos, las palabras “RESPETO”, “EDUCACIÓN” o “DEPORTIVIDAD”.

3. También antes de empezar, aprovechando el saludo entre los participantes, entrega por parte de los jugadores del equipo local de una pieza de fruta a cada uno de los compañeros visitantes y del conjunto arbitral. Es un pequeño gesto de atención y acogida por parte del anfitrión.

4. Ya durante el partido, adoptar el compromiso (ambos equipos) de ayudar al árbitro en la medida de lo posible. Así, en vez de solicitarle que tome decisiones equivocadas (montones de veces hemos visto por televisión cómo los jugadores piden que el árbitro les conceda un saque de banda, por ejemplo, cuando claramente han sido ellos los últimos en tocar el balón), los jugadores, entrenadores y delegados de ambos equipos pueden llegar al acuerdo de lo contrario, es decir, de colaborar con el árbitro para que este tome las decisiones justas en función de lo que realmente ha ocurrido. Cuando sucediese que un equipo reconociese ante el árbitro algo que no lo beneficia pero que es justo (por ejemplo, que la falta señalada a su favor no es tal), sería conveniente que el equipo rival aplaudiera el gesto para que el público lo percibiera. Es una buena manera de ayudar a los chavales a apreciar los valores del respeto, el honor y la deportividad.

Como puede comprobarse, son medidas sencillas y que no suponen ningún gasto. Si probamos una jornada y los clubes quedan satisfechos, la iniciativa puede ir consolidándose poco a poco. No cuesta nada intentarlo.

El fútbol puede ayudar a la educación de los jóvenes; el fútbol puede ayudar a cambiar el mundo.

viernes, 3 de marzo de 2017

LA HISTORIA DE JESE OWENS Y LUTZ LONG: EL DEPORTE QUE ELEVA.

En los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, durante la prueba de salto de longitud, tuvo lugar una bella historia, de esas en las que se abrazan el deporte y los grandes valores que dan sentido a la vida (vamos, lo que debería ocurrir siempre).

Jesse Owens, atleta estadounidense de raza negra y uno de los principales favoritos para el título, llevaba dos nulos y estaba a uno de quedar eliminado. Lutz Long, atleta alemán de raza blanca (en aquella Alemania de Hitler) y también uno de los favoritos, se acercó a Owens para decirle que no hacía falta que arriesgara tanto y que debía saltar desde un poco más atrás para clasificarse sin problemas para la final. Y así sucedió.

En dicha final, Owens se llevó la medalla de oro y Long la de plata, y el atleta alemán fue el primero en felicitar al americano dándole un abrazo.

Años después, Jesse Owens, que en aquellos Juegos obtuvo cuatro medallas de oro, afirmó: “Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de veinticuatro quilates que hice con Lutz Long en aquel momento”.

Verdaderamente, el deporte puede servir para sacar de nosotros nuestra versión más valiosa: la del encuentro humano sincero; la del corazón abierto y el espíritu elevado; la de la competencia que se ajusta al honor y a la hermandad.

Me encanta esta visión del deporte y creo que es la que debemos ofrecer a los jóvenes para ayudarlos en su camino vital, en su camino de felicidad.

martes, 28 de febrero de 2017

“Hay que dejar trabajar a la justicia”. Vale, pero ¿a cuál?

He escuchado a muchos de nuestros políticos decir en multitud de ocasiones eso de que “hay que dejar trabajar a la justicia”. Yo lo vería bien si de verdad existiera la justicia. Pero, si las leyes no son justas, la justicia no tiene cabida.

Los gobernantes saben muy bien cómo legislar en su favor. Por eso podemos ver penas ridículas cuando se han quedado con fortunas o han gastado millonadas aprovechando sus posiciones de privilegio, o, en general, cuando han hecho un uso indebido de los puestos que ocupan.

Para que haya justicia (y para que el pueblo perciba que la hay), es imprescindible que nuestros legisladores sepan responder al honor que reciben por nuestra parte. Porque, efectivamente, nuestros representantes han recibido un inmenso honor, el de ser elegidos para trabajar por el bien común (no por el suyo propio). Por eso deben legislar de forma que se castigue con suma dureza el hecho de faltar al honor recibido, de traicionar la confianza que el pueblo pone en ellos. Las penas para los delitos relacionados con la corrupción deberían ser tremendas.

Si alguien entra en política, debe ser consciente de la responsabilidad que ello conlleva, y, si no se ve capacitado moralmente para la grandeza que supone el servicio a la sociedad, que renuncie o, mejor, directamente que no entre en política. A nadie se obliga a ocupar un cargo público.

Que gobiernen solo los mejores. Y el primer requisito para entrar en ese selecto grupo es la altura moral.

sábado, 28 de enero de 2017

FÚTBOL COMO MEDIO PARA TRANSFORMAR EL MUNDO

Desde hace mucho tiempo defiendo que el fútbol (por su gran repercusión social) puede ser un eficiente colaborador para nuestro crecimiento individual y colectivo, y, por tanto, para mejorar nuestras vidas y el mundo. Así, durante siete años (2006-2013), en los partidos de base que arbitré, no permití insultos por parte de los espectadores y ofrecí charlas a los entrenadores, delegados y jugadores antes de cada encuentro para recordarles la necesidad de que nuestro comportamiento fuese respetuoso, como debía ser el del público (puede verse todo en esta breve entrevista en Antena 3: https://www.youtube.com/watch?v=T6tXUhAfp-o).

Igual que no podemos enamorarnos de quien no conocemos, conviene que los jóvenes tomen contacto y se enamoren de los valores que dan sentido a la vida. Y yo creo que a través del fútbol (y por otras muchas vías, qué duda cabe) los jóvenes pueden conocer valores extraordinarios. Por ejemplo, si un chaval reconoce ante el árbitro que el penalti que le han pitado a favor en realidad no era tal, se produce una vivencia maravillosa: ese jugador favorece el encuentro sincero de todo su equipo con el rival y con el árbitro, e invita a estos y al resto de personas presentes en el estadio a experimentar la grandeza de la justicia y la honradez; declara que importa mucho más el respeto a los semejantes que el egoísmo, la honestidad que el interés individual; expresa que el fin no justifica los medios, que no se debe ganar de cualquier manera.

Esos valores de encuentro con el otro, de empatía, de respeto a lo profundo, a lo verdadero, son los que, en mi humilde opinión, necesitamos los humanos para ser felices y para hacer que el mundo mejore. Es la mejor enseñanza que podemos dar a los jóvenes y la conducta que nos va a hacer sentirnos mejor.
Por todo lo dicho decidí hace un año escribir a miles de clubes de fútbol de toda España (la mayoría, modestos) para hacerles llegar propuestas (puede leerse íntegramente el documento en el siguiente enlace: http://www.deportebalear.com/2016/01/04/iniciativa-por-un-futbol-respetuoso-y-educativo/) que consideraba interesantes para ser vividas en plenitud con sus jugadores, entrenadores, aficionados y demás personal vinculado a cada entidad. Creía y sigo creyendo que con que algunos clubes se lancen a ello podría iniciarse un movimiento extraordinario que haría del fútbol un bello referente moral y que nos haría disfrutar de las cosas grandes de verdad, de esos valores a los que hacía referencia anteriormente, esos que dan sentido a la vida humana.

Son los valores que hacen falta en política para no meter la mano en la caja y para tener la valentía de legislar en pos del bien común, sin venderse a los poderosos (a los bancos, a las compañías eléctricas, a los empresarios multimillonarios, etc.); son los que hacen falta en las empresas (sobre todo en las grandes) para que los dueños no sean cada vez más ricos a costa de que los trabajadores ganen lo mínimo posible; son los que hacen falta en los medios de comunicación para condenar lo condenable, venga de quien venga, e informar con rigor y objetividad, sin estar al servicio de las élites económicas; son los que hacen falta en las relaciones internacionales para que los países ricos no hundan a los pobres, sino que los ayuden por puro valor de la dignidad humana; son los que hacen falta en cualquier ámbito de la vida.

Obviamente, hay infinitos caminos para experimentar y expresar el auténtico encuentro entre humanos, la vivencia de lo que de verdad necesitamos. En mi caso, no sé muy bien por qué, la voz interior me dice que proclame que el fútbol puede ser (y lo es) uno de esos caminos.

Puede que sea un pesado (lo admito) y que haya gente que esté harta de leer mis correos (por favor, si es así, díganmelo), pero, insisto, estoy convencido de que necesitamos ir a lo profundo. Estoy convencido de que una vida de enfrentamiento, de pisarnos unos a otros, no merece la pena, sino que hemos de disfrutar del encuentro entre nosotros, y ello se basa en el respeto a la dignidad de cada uno a partir de los grandes valores de la vida. Y estoy convencido de que el fútbol puede ser un gran medio para que nos enamoremos de esos valores, nos transformemos y, con ello, transformemos el mundo, lo cual, sin duda, es tremendamente necesario, además del camino más recto hacia la felicidad.

Parece difícil, pero es perfectamente posible y muy conveniente. Si tú también lo piensas, compártelo. Hagámoslo realidad.

Ángel Andrés Jiménez Bonillo, exárbitro de fútbol.

lunes, 1 de marzo de 2010

SOBRE LA SANCIÓN AL ÁRBITRO PÉREZ BURRULL.



Alguna vez he mostrado ya mi disconformidad con las sanciones a los árbitros por sus errores de apreciación. Ahora, con la sanción impuesta a Pérez Burrull y a uno de sus asistentes tras el encuentro Atlético de Madrid-Valencia, insisto en el tema.

Todas las semanas, en todos los partidos, se cometen errores de apreciación por parte de los árbitros, como los jugadores fallan ocasiones clamorosas o pierden balones sin que un contrario los presione. Todo lo expuesto es inevitable, e imponer una sanción por algo inevitable es absurdo e injusto. Si el Comité de Árbitros ha decidido sancionar al compañero Pérez Burrull, espero que mantenga la medida en las jornadas venideras, es decir, que sancione a todos los árbitros de España, pues todos se equivocan. Lo contrario sería hacer una irracional distinción entre errores cometidos en unos partidos y en otros (según la trascendencia mediática), o entre errores cometidos  en las áreas y los que afectan a otras partes del terreno de juego.

El Comité puede y debe, a final de temporada, mostrar una tabla clasificatoria de sus colegiados a fin de que asciendan a categoría superior los mejores y desciendan los peores (cosa nunca fácil de determinar y siempre polémica, pero este es otro cantar). Pero lo que no puede hacer, a mi juicio, es precisamente lo que ha hecho. Sería como retirar de la competición durante unas jornadas a los equipos que pierden casi siempre.

martes, 5 de agosto de 2008

SOBRE EL SILENCIO IMPUESTO A LOS DEPORTISTAS OLÍMPICOS



El Presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, de acuerdo con lo exigido por el Presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, ha advertido a los deportistas españoles que, si realizan declaraciones de contenido político, serán expulsados de los Juegos. Increíble. 


Yo pensaba que el espíritu deportivo y olímpico albergaba en su esencia el fin de hacer más grandes a las personas, tanto en su dimensión individual como en la social; pero no es así. El hecho, por ejemplo, de que la libertad de expresión en China brille por su ausencia no es asunto de interés, porque, como ha afirmado Alejandro Blanco, "es el momento del deporte; el de la política será otro". Eso es mentira. Es el momento del negocio perfecto en el que mucha gente se llenará los bolsillos, y por eso no se permiten declaraciones comprometidas y comprometedoras.

Luego nos pondrán las bellas imágenes de Berlín 36 en las que el atleta negro Jesse Owens es felicitado por el alemán blanco Lutz Long tras la finalización de la prueba de salto de longitud. Sin duda, es uno de los grandes momentos de la historia olímpica; pero lo es precisamente por los valores humanos que representa. Ahora, sin embargo, se prohíbe hablar de política. Como si lo único importante fueran las medallas.

lunes, 19 de mayo de 2008

EL MINUTO MÁS RECORDADO DE LA LIGA DE FÚTBOL 2007-2008: MINUTO DE SILENCIO EN SAN MAMÉS

Se acabó la liga de fútbol de primera división.

Seguramente, el momento más recordado de la misma será el pasillo del Barcelona al Real Madrid tras alzarse este último con el campeonato; o puede que los aficionados se queden con los instantes siguientes a la consumación del descenso del Zaragoza.

Sin embargo, yo siempre me quedaré con el minuto de silencio en San Mamés en memoria de Isaías Carrasco, el primero que se ha guardado en dicho estadio por una víctima de ETA. Tal minuto, por los silbidos de algunos, se quedó en ocho segundos; pero a mí me reconfortaron.

El deporte en general (y ciertos clubes y deportistas en particular) me parece tan sumamente grande en su esencia que no concibo que pueda desentenderse de la realidad circundante.  Comentarios como "no hay que mezclar deporte y política" me resultan carentes de todo sentido. La política es el intento de los seres humanos por vivir en sociedad de la forma más humana posible; y, teniendo en cuenta que el deporte no puede ser otra cosa que un camino de crecimiento personal y social, está claro que no ha de quedar al margen de la injusticia.

La grandeza de las personas y de las instituciones debe medirse por su aportación al conjunto de la humanidad. Si esa aportación se queda simplemente en trofeos conquistados, será una pena; porque ya sabemos que el hecho de que la dichosa pelotita entre o no entre es una cuestión relativa, mientras que el hecho de que una persona sea asesinada por otra, enterrando (nunca mejor dicho, tristemente) el derecho a la vida y la libertad de expresión, no es de importancia relativa, sino un asunto de máximo interés general y que debe ser condenado sin tapujos. Por supuesto, también desde el deporte.

Los niños, que llevarán las riendas de esta sociedad en el futuro, merecen los más extraordinarios ejemplos de valores, conducta e implicación en la mejora del mundo. Si el deporte y los deportistas olvidan (olvidamos) esto, estaremos creando un deporte vacío y, desde luego, infiel a su vocación de servicio a la dignidad humana.

domingo, 13 de enero de 2008

TORNEO DE FÚTBOL SALA "DEPORTE Y CONVIVENCIA"



Creyentes de diferentes confesiones (cristianos católicos, cristianos evangélicos, hindúes, judíos, musulmanes sunníes, musulmanes chiíes y seguidores de Buda) y no creyentes (tanto ateos como agnósticos), hombres y mujeres, hemos decidido unirnos y formar, entre todos, sin distinción de sexo ni de creencia, cuatro equipos para disputar un torneo de fútbol sala con fines de convivencia deportiva y social, así como de defensa de principios éticos fundamentales. El evento tendrá lugar en el pabellón del polideportivo de Arroyo de la miel (Benalmádena, Málaga) el domingo 13 de enero de 2008 a partir de las 11:oo horas. Agradecemos al ayuntamiento de dicha localidad la cesión gratuita de sus instalaciones deportivas.


Manifiesto

Todos los participantes en este torneo estamos de acuerdo en que justificar los actos más salvajes por motivos religiosos, como si la violencia formara parte de la esencia de la religión, es algo repugnante.

Afirmamos, igualmente, que los derechos humanos, incluyendo la libertad de expresión y de culto, deben ser respetados en cualquier lugar del mundo. La paz, el respeto a las minorías religiosas o no religiosas, la no agresión, así como la convivencia entre personas de diferentes religiones, razas y culturas (por muy minoritarias que puedan resultar en un territorio determinado) deben ser pilares de la idea de sociedad de todos los auténticos creyentes, sea cual sea su confesión, y de todas las personas de bien que no se consideren creyentes. Todos los seres humanos son iguales en derechos y deberes, y merecen el mismo respeto.
Expresamos también nuestro deseo de que se cumplan los objetivos del milenio, los cuales fueron fijados por la organización de las naciones unidas con el fin de que todos los seres humanos del mundo disfruten de unas condiciones de vida dignas. Consideramos, por tanto, que la solidaridad y la justicia social son básicas en las relaciones humanas, tanto nacionales como internacionales.

Hemos escogido la vía del deporte porque pensamos que éste, siempre que sea auténtico deporte, es un medio magnífico para transmitir un mensaje de respeto y acercamiento entre los diferentes pueblos, culturas e ideologías. Así pues, creemos en un deporte sano, limpio, respetuoso con los valores fundamentales de la convivencia, defensor de los mismos y ajeno por completo a cualquier muestra de violencia, física o verbal.
En definitiva, sí a la libertad, a la paz, a la convivencia, a la solidaridad, al cumplimiento de los objetivos del milenio y a un deporte limpio; no a la violencia, ya sea violencia en el deporte, violencia de género, violencia en nombre de cualquier religión, violencia en nombre de una idea o fin políticos, o cualquier otra de sus execrables manifestaciones.

sábado, 8 de septiembre de 2007

SOBRE LA SANCIÓN AL ÁRBITRO INGLÉS ROB STYLES



Me ha llegado la noticia de la sanción de una jornada impuesta al colegiado Rob Styles por señalar un penalti inexistente durante el encuentro Liverpool-Chelsea del pasado 19 de agosto. 


Keith Hackett, máxima autoridad de la organización arbitral inglesa, afirmó que "la responsabilidad existe y lo que esperamos es que los árbitros tomen de manera correcta las grandes decisiones". Y añadió: "En esta ocasión fue un error, con lo que Rob no arbitrará el fin de semana que viene". 

Antes de profundizar en el asunto, quiero aclarar que nadie debe comparar este caso con las sanciones impuestas a un jugador por dirigirse irrespetuosamente a un árbitro o por insultarlo, ya que estas conductas no pueden ser calificadas como equivocaciones, sino como faltas de respeto o atentados contra la dignidad humana, los cuales, sobre todo en el deporte, resultan inadmisibles. Por supuesto, si es el árbitro el que insulta al jugador, la sanción debe también existir. 

Los árbitros somos los primeros interesados en tomar decisiones acertadas, pero es inevitable fallar. Somos humanos, no máquinas, y no podemos ver la jugada repetida y ralentizada tantas veces como precisemos. Por muchas sanciones que se nos impongan, seguiremos equivocándonos, y eso lo saben tanto el señor Hackett como cualquier persona que no haya perdido el juicio. Lo que ocurre es que hace falta cortar alguna cabeza de turco antes de que la polémica salpique a quien no debe y, al mismo tiempo, se mantenga y siga produciendo beneficios. ¡Qué vergüenza! 

Por una simple regla de tres, pronto deberían empezar las sanciones a los futbolistas por marcar un gol en propia meta o por fallar una ocasión clarísima, y también se sancionará a un entrenador por alinear a un futbolista que después acaba realizando un partido desastroso o, ya sumergidos en el despropósito, a un presidente por fichar a un jugador que luego rinde por debajo de lo esperado. 

Yo puedo aceptar que un árbitro sea sancionado por un error técnico (cometido por desconocer el reglamento), pero nunca por un error de apreciación. Y lo más lamentable es que la sanción es ejecutada por quien se supone que conoce el arbitraje, sabe lo que se siente arbitrando y está para defender a los árbitros y al arbitraje. 

Formar un escándalo social por un error de apreciación de un árbitro es, a mi juicio, como hacerlo por el hecho de que un día festivo amanezca lluvioso y no podamos salir al campo o a la playa. Esas son cosas que pasan y que tienen que seguir pasando. Y punto. Por muy buenos que sean determinados futbolistas, es absurdo pretender que no vayan a fallar ninguno de sus pases o disparos a portería, y no creo que a nadie se le ocurra sancionarlos por ello. 

Si de verdad queremos acabar con el problema de las quejas por las decisiones arbitrales, lo tenemos muy fácil: eduquemos a los jóvenes en el conocimiento auténtico del arbitraje y de la condición humana. De esa manera, los jóvenes descubrirían que todos los árbitros intentan cumplir con su cometido lo mejor posible, a pesar de lo cual se equivocan. Esto los llevaría, si queremos educarlos en serio, a profundizar en la esencia humana, asimilando que somos valiosos por nuestra dignidad inalienable, pero no somos omnipotentes, por lo que no tenemos más remedio que equivocarnos. 

Si algún niño o niña, a pesar de estas enseñanzas, sigue sin aprender la lección, podemos proceder a la solución definitiva: mandarle arbitrar un partido. Eso, por sí solo, le haría interiorizar definitivamente en su alma lo difícil que es arbitrar y lo limitados que somos los humanos, con lo que ya ni siquiera sería necesario que viera posteriormente en televisión sus decisiones erróneas. 

Parece ser que al señor Hackett también se le ocurrió sancionar a un árbitro asistente por no conceder un gol al Fulham cuando el balón había traspasado la línea de meta rival. ¡Qué pena! O estamos perdiendo el sentido común a pasos agigantados o hemos decidido regodearnos en nuestra propia inmoralidad con tal de mantener el circo de la polémica en el fútbol y sus consiguientes beneficios. Y, por supuesto, la educación, el respeto y el auténtico crecimiento humano nos importan un pimiento.

En vista de las medidas adoptadas por el señor Hackett, quizá me ponga a mejorar mi pobre nivel de inglés, ya que pronto tendrán que recurrir a árbitros extranjeros, y puede que me llamen a mí. Aunque, pensándolo bien, yo le diría al señor Hackett que continuase en su bonito cargo tomando sus mediáticas decisiones mientras yo sigo arbitrando mis partidos de chavales, los cuales no mueven grandes intereses económicos, pero sí me hacen apreciar la grandeza que tienen el arbitraje y el deporte cuando sus valores no son mancillados.