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viernes, 3 de marzo de 2017

LA HISTORIA DE JESE OWENS Y LUTZ LONG: EL DEPORTE QUE ELEVA.

En los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, durante la prueba de salto de longitud, tuvo lugar una bella historia, de esas en las que se abrazan el deporte y los grandes valores que dan sentido a la vida (vamos, lo que debería ocurrir siempre).

Jesse Owens, atleta estadounidense de raza negra y uno de los principales favoritos para el título, llevaba dos nulos y estaba a uno de quedar eliminado. Lutz Long, atleta alemán de raza blanca (en aquella Alemania de Hitler) y también uno de los favoritos, se acercó a Owens para decirle que no hacía falta que arriesgara tanto y que debía saltar desde un poco más atrás para clasificarse sin problemas para la final. Y así sucedió.

En dicha final, Owens se llevó la medalla de oro y Long la de plata, y el atleta alemán fue el primero en felicitar al americano dándole un abrazo.

Años después, Jesse Owens, que en aquellos Juegos obtuvo cuatro medallas de oro, afirmó: “Se podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de veinticuatro quilates que hice con Lutz Long en aquel momento”.

Verdaderamente, el deporte puede servir para sacar de nosotros nuestra versión más valiosa: la del encuentro humano sincero; la del corazón abierto y el espíritu elevado; la de la competencia que se ajusta al honor y a la hermandad.

Me encanta esta visión del deporte y creo que es la que debemos ofrecer a los jóvenes para ayudarlos en su camino vital, en su camino de felicidad.

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